lunes, 26 de marzo de 2012

La espera

Estrecho páramo del libertinaje,
¡ah, allí donde yacen los restos de las almas!
maldades ocultadas desde mis ancestros.
Baptismo de corrupción,
floreciente hogar de la repulsión
en nauseabundos campos de desesperanza
abandonados por la fe.
Hebras de apatía arraigadas a mis dedos
la sangre de mi soledad
¡Ah, tiempo de necedad!

Angeline C. H.

jueves, 28 de julio de 2011

El Cuervo

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”


martes, 24 de mayo de 2011

Sacramental, I

Índigo, como el espectral crepúsculo
en una tarde de abatimiento y condenación
se revelaban las entrañas de mis memorias.
Las demacradas espinas de las frágiles rosas carmín
con delicada firmeza mostraban la fortaleza
que mi ambición había despedido con amargura.
Y entre el rocío del enramaje
la basta llanura de la decepción resplandece
y engrandece el fulgor de la muerte
Mas, ¡ah, ella es la única que abraza mis plegarias!

La espesa ciénaga me engulle
ah, con inusitado placer.
Y manifestad que soy esclava de la demente,
reina de las almas que jamás son recordadas,
amante de las penurias
y que con sencillez beso las nubes
que jamás podré alcanzar.
Mas yo me pregunto si el lecho de mi muerte
liberará mis inquietudes
como el nimbo libera el aguacero.

Angeline C. H.

sábado, 23 de abril de 2011

Soneto a la Ciencia

¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?

¿Cómo debería él amarte? o ¿cómo puede juzgarte sabia
aquel a quien no dejas en su vagar
buscar un tesoro en los enjoyados cielos,
aunque se elevara con intrépida ala?

¿No has arrebatado a Diana de su carro?
¿Ni expulsado a las Hamadríades del bosque
para buscar abrigo en alguna feliz estrella?

¿No has arrancado a las Náyades de la inundación,
al Elfo de la verde hierba, y a mí
del sueño de verano bajo el tamarindo?