miércoles, 15 de septiembre de 2010

Náufrago


La calma desplumada desfallece en lágrimas por la bendición de tu alma. Mucha fortuna te deseo en tu cometido, mas no olvides que jamás lograrás hallar una paz más sincera que la que yo te ofrezco, una paz inmortal, libre de pecado y juicio. No me culpes por ver en tí un reflejo de mi anhelo, ya erosionado por la fuerza del tiempo impío... No, le ruego a Dios que me permitas excusarme con vanas palabras, ruido estruendoso que desmerece este encuentro, ya de por sí maldito desde nuestro nacimiento... ¡Oh, fuente de desaliento! 

¡Una y otra vez entierro mi orgullo por ver en tu figura esos delicados cabellos ébano combatir contra las turbulentas mareas del desamparo!

Angeline C. H.

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