Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”
jueves, 28 de julio de 2011
martes, 24 de mayo de 2011
Sacramental, I
Publicado por
Angeline C. Hargreaves
Índigo, como el espectral crepúsculo
en una tarde de abatimiento y condenación
se revelaban las entrañas de mis memorias.
Las demacradas espinas de las frágiles rosas carmín
con delicada firmeza mostraban la fortaleza
que mi ambición había despedido con amargura.
Y entre el rocío del enramaje
la basta llanura de la decepción resplandece
y engrandece el fulgor de la muerte
Mas, ¡ah, ella es la única que abraza mis plegarias!
La espesa ciénaga me engulle
ah, con inusitado placer.
Y manifestad que soy esclava de la demente,
reina de las almas que jamás son recordadas,
amante de las penurias
y que con sencillez beso las nubes
que jamás podré alcanzar.
Mas yo me pregunto si el lecho de mi muerte
liberará mis inquietudes
como el nimbo libera el aguacero.
Angeline C. H.
sábado, 23 de abril de 2011
Soneto a la Ciencia
Publicado por
Angeline C. Hargreaves
¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?
¿Cómo debería él amarte? o ¿cómo puede juzgarte sabia
aquel a quien no dejas en su vagar
buscar un tesoro en los enjoyados cielos,
aunque se elevara con intrépida ala?
¿No has arrebatado a Diana de su carro?
¿Ni expulsado a las Hamadríades del bosque
para buscar abrigo en alguna feliz estrella?
¿No has arrancado a las Náyades de la inundación,
al Elfo de la verde hierba, y a mí
del sueño de verano bajo el tamarindo?
miércoles, 23 de marzo de 2011
martes, 8 de marzo de 2011
A...
Publicado por
Angeline C. Hargreaves
Las enramadas donde veo
en sueños, las más variadas
aves cantoras, son labios y son
tus musicales palabras susurradas.
Tus ojos, entronizados en el cielo,
caen al fin desesperadamente
¡oh Dios!, en mi funérea mente
como luz de estrellas sobre un velo.
Oh, tu corazón... suspiro al despertar
y duermo para soñar hasta que raya el día
en la verdad que el oro jamás podrá comprar
y en las bagatelas que sí podría.
domingo, 13 de febrero de 2011
In Memoriam, VII : Oscura casa
Publicado por
Angeline C. Hargreaves
Oscura casa: otra vez regreso a tu lado,
a esta larga calle inhóspita,
puertas donde mi corazón se habituó
a temblar esperando una mano,
una mano que ya no podré estrechar.
Obsérvame, pues como un insomne,
como un condenado me arrastro
muy temprano hacia la puerta.
Él no está aquí; pero en la distancia
comienza el murmullo de la vida,
y como un fantasma entre la lluvia
rompe el nuevo día sobre las calles desiertas.
domingo, 6 de febrero de 2011
El afecto sin rostro
Publicado por
Angeline C. Hargreaves
Añicos, vacíos y turbados por los ecos de mi quimera,
plegarias desconsoladas
¡Ah, cadencia demencial!
desgárrame con la pasión del arrepentimiento de la vida.
Crónicas hastiadas de desencantos,
investidas de codicias incorpóreas
oh, aguda esclavitud de la espina hundida
en el abismal firmamento del olvido.
El descanso perpetuo de la durmiente,
profuso sentimiento
consuelo, lágrima de hiel.
[...]
"Permíteme serenarme entre la calidez de tus brazos,
mi ángel de mirada esmeralda."
Angeline C. H.
sábado, 1 de enero de 2011
Libera me
Publicado por
Angeline C. Hargreaves
¡temor, terror inconmensurable!
Tú, que lograste reducir mis oportunidades acrisoladas
en meros fragmentos de lo que una vez fuí...
¡Exégesis sobre mi alma!
Ah, cúan insoportables resultan tales visiones...
Mas incluso puedo percibir los murmullos inaudibles
de mis rencores ya desterrados,
que creyéndolos agravantes,
los enlacé a mis cabellos con sobrios besos de rechazo,
ignorando que estos acabarían
con mis muñecas aprisionadas a la celosa e iracunda muerte.
Angeline C. H.
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